junio 03, 2009

Introducción a los documentos fundacionales de la OCEZ

El motivo de la elaboración de tan importante documento de nuestra organización, es con la finalidad de que todos los militantes conozcamos, asimilemos y apliquemos los principios, estatutos y estructura de nuestra organización para avanzar en nuestra lucha para transformar esta cruda realidad en un nuevo modelo de nación en donde la patria será para todos; es decir, la nueva sociedad en la que soñaron nuestros compañeros que ya ofrendaron su vida como ejemplo de abnegación, entrega, y sacrificio pero sobre todo de esperanza que sí será posible que en el futuro veamos llegar el nuevo amanecer.
Conocer este documento, es conocer el pensamiento de nuestra organización, sus metas y propósitos pero no sólo eso, significa también impulsarlos, defenderlos dignamente porque en ellos está la esperanza de ver un día realizados los sentimientos y aspiraciones de un pueblo, que también recuerda con eternidad a nuestros compañeros caídos como Arturo Albores Velasco y todos los que forman parte ya de la lista de vidas ofrendadas en el país. Para todo esto pensamos pues no sólo basta con renegar de la situación, estar inconformes o caer en la desesperación social sino que se necesita de la organización, conciencia, lucha, abnegación y consecuencia. ¡¡A esto estamos llamados todos!!

La nación mexicana: sus gentes, pueblos, naciones, comunidades y grupos populares, es el resultado de un largo proceso de humanización que inició hace más de 30 mil años con el arribo de los primeros pobladores. De esas primeras migraciones, de su trabajo y de las tierras en que se asentaron nacieron los pueblos y naciones originarias: los olmecas, mayas, zapotecas, mixtecas, purépechas, chichimecas, mexicas, pero también, entre muchos otros, los incas, guaraníes, caribes y tainos.
No tenemos memoria clara sobre nuestros primeros hermanos quienes seguramente se dedicaban a la recolección y la caza en lo que hoy es el centro del estado chiapaneco.
Tras 1500 años de formación y florecimiento, hacia el año 300 de nuestra era se inició el periodo clásico maya como la culminación de un largo proceso en que se desarrolló la política, la economía, la conciencia comunitaria y la cultura. Sobre el margen del Usumancinta y en la Selva Lacandona, prosperaron grandes centros ceremoniales como Yaxchilan, Palenque, Tonina, Bonampak, Tenam Puente, Chinkultic, Lacanja entre otras innumerables comunidades. La zona estaba densamente poblada, era centro del mundo, centro de impresionantes transacciones comerciales e intercambios culturales en toda la región maya y hasta zonas muy alejadas en el norte y en el sur. Sin embargo, la explosión demográfica, los conflictos entre nobles y militares y las revoluciones internas dieron lugar a un periodo de declive y grandes migraciones hacia Yucatán. Para el año 1200 d.c. el colapso era inevitable y los centros urbanos fueron abandonados.
Con las desintegración de las grandes ciudades mayas se constituyeron diferentes señoríos, como el de los tzotziles asentados en los centros de Chamula y Zinacantan, el de los tzetzales en Copanaguastla y el de los Mames en Zaculeu.
Al término del siglo XV, los aztecas dominaron estas tierras, impusieron tributos en especie y, como parte de su legado, dejaron su huella en edificios y en los lenguajes mayas que usaron nombres en náhuatl para designar lugares, animales y vegetales en toda la región.
Las raíces mayas siguen vigentes y son parte fundamental de la sociedad chiapaneca de los tiempos modernos.
A la llegada de los primeros españoles en 1518, se denominó a la comarca "El Gran Quiche". Juan de Grijalva se adentró en la primera expedición por el río que hoy lleva su nombre. Gonzalo de Sandoval inició la conquista en 1522 al fundar la Villa del Espíritu Santo cerca del río Coatzacoalcos. Pero es hasta 1523 cuando Hernán Cortes envía a Pedro de Alvarado, Luís Marín y Diego de Mazariegos que la conquista inició un intento de sujeción que jamás ha podido ser concretado contra los indígenas de Chiapas.
Digna de mención es la epopeya de los valientes e indomables chiapanecas. En 1527, acosados por un batallón de españoles y guerreros mexicas y tlaxcaltecas, aliados a estos, deciden perder la vida antes que la libertad arrojándose al Cañón del Sumidero con sus familias y sus pertenencias. No a la esclavitud, no a la sumisión.
Luego de la primera invasión militar y la imposición religiosa, en las inmediaciones de Socton-Nandalumi, los españoles fundaron el 3 de marzo de 1528 la primera ciudad del estado: Chiapa de los Indios (hoy Chiapa de Corzo). Al poco tiempo, en busca de un clima conforme al gusto español, buscaron un nuevo sitio en el hermoso valle de Hueyacatlan. Así, el 31 de marzo de 1528 fundaron la Villa Real o Chiapa de los Españoles (hoy San Cristóbal de las Casas). En 1556, fundaron San Pablo Comitán, y hacia fines del siglo XVI el pequeño caserío de Tuchtlan se convirtió en el pueblo de San Marcos de Tuxtla (hoy Tuxtla Gutiérrez).
Los mayas se destacan entre los pueblos que más han resistido a la conquista. En Yucatán y Guatemala, no fueron sometidos sino hasta 1703 y pronto volvieron a rebelarse. En Chiapas organizaron una gran revuelta en 1712. Dice el Chilam Balam: Vino el pleitear ocultamente, el pleitear con furia, el pleitear con violencia, el pleitear sin misericordia.
En la Lacandona y los Altos de Chiapas aún está vivo el mito de Juan López, hombre invencible venido del cielo que luchó contra el ejército hace muchísimos años, y que prometió regresar para ayudar a los indios en sucesivas batallas.
A finales de 1711, oprimidos por los encomenderos españoles, los indios tzeltales se reunieron en el pueblo indígena de Cahancú, para discutir la forma de librarse del yugo español. Acudieron representantes de 32 pueblos y acordaron destruir San Cristóbal de las Casas, pasando a cuchillo a todos los extraños a su raza, lengua y costumbres. Fue designado como jefe de los conspiradores para organizar la ofensiva, Juan García, vecino de Cahancú. Así, en 1712, los rebeldes indígenas de Cahancú, después de prepararse sigilosamente, aprovecharon que en el pueblo de Chiilum se celebraba en junio la fiesta de la Santísima Trinidad a la que acudían españoles y ladinos. Atacaron el poblado y decapitaron a todos los extraños que allí se habían reunido; se encaminaron enseguida a Hucutzin (Ocosingo) y Cuira, donde repitieron la acción. Se les juntaron tzotziles y chamulas, unos 15,000 hombres en pie de guerra que juntos marcharon sobre Simojovel, para incendiar el poblado y matar a sus habitantes. En noviembre el alcalde mayor de Chiapas, Pedro Gutiérrez, secundado por el comandante Monge, logró derrotar a los indios en Huitzán. Mientras tanto, el gobernador y capitán general de Guatemala, Toribio Cosío, organizó un ejército que llegó a fines de diciembre a San Cristóbal. Los indios rebeldes se habían hecho fuertes en Cahancú donde, tras largo sitio, las tropas de Cosío ocuparon la población y aprehendieron a García y a los cabecillas, que fueron ahorcados públicamente.
Desde la llegada de los españoles, las elites regionales han competido por el control sobre las tierras y la mano de obra indígena, provocando violentas rebeliones. Las causas del conflicto interétnico nunca fueron atendidas por las élites. En vez de ello, desarrollaron nuevas técnicas de poder diseñadas para dominar, discriminar y controlar a las comunidades indígenas. El surgimiento de alianzas intercomunitarias o confederaciones fue impedido tanto por factores lingüísticos y culturales, como por un patrón de control clientelar, que se institucionalizó en el periodo posrevolucionario. Las raíces del caciquismo se encuentran en la concentración de poder político y económico, por tanto, el caciquismo es el legado visible del colonialismo y del liberalismo del siglo XIX en Chiapas.
Desde la Conquista de Chiapas hasta nuestros días, los dominadores ya como peninsulares, criollos o mestizos, o como terratenientes, comerciantes y burgueses, se han concentrado en la explotación de la mano de obra indígena. Primero a través de Encomiendas y luego por medio de Repartimientos de trabajo colectivo. Más tarde por medio del peonaje endeudado perpetuamente, sistema llamado mosöjantel entre los Choles y baldiaje entre los Tojolabales. Más recientemente, la explotación de los indígenas contó con la participación de sindicatos blancos que enganchaban a los trabajadores para las fincas agroexportadoras que surgieron luego de un desorganizado reparto agrario. Y finalmente por medio de un comercio injusto.
El grito de independencia de la Nueva España apenas afectó a la Provincia de Chiapas, pues aunque las tropas de Morelos llegaron hasta Tonalá, no encontraron resistencia alguna y apenas se turbó la tranquilidad. Guatemala por su parte logró también su independencia de España sin derramamiento de sangre. Pasados los años de la Guerra de Independencia, se reunieron los principales, es decir, los criollos y gachupines más destacados de Comitán y decidieron declarar la independencia de la Provincia de Chiapas, adoptando el Plan de Iguala. Poco después Comitán reconocería al Imperio Mexicano como "única autoridad y gobierno" separándose de Guatemala.
A la caída del Imperio de Iturbide en 1823, Chiapas recibió la invitación de las Provincias Centroamericanas para agregarse a ellas, por lo que el 4 de junio se instaló una junta de representantes en varios departamentos chiapanecos para discutir la conveniencia de adherirse a Centroamérica. El 24 de octubre se produjo una rebelión mediante la cual Chiapas se declaró libre y autónoma, sin embargo, el plan de independencia no fue acogido por toda la provincia, algunos departamentos pugnaron por seguir unidos a México.
Durante 1824 siguieron las juntas de vecinos prominentes en Chiapas y por fin se efectuó una votación pública para definir el destino de la Provincia: 96,829 habitantes votaron por la definitiva incorporación de Chiapas a México, mientras que 60,400 lo hicieron por su unión a las Provincias Centroamericanas. Para efectuar la votación de Chiapas se reunieron representantes con poder de 104 pueblos y 172,953 habitantes.
En 1833, los poderes del estado se trasladaron a Tuxtla Gutiérrez. Ese mismo año los conservadores proclamaban el Plan de Defensa de Religión y Fueros, que tenía por objeto derrocar al gobierno federalista; ante esto el gobernador Gutiérrez, de quien se tomó el apellido para completar el nombre de la capital, decretó la pena de muerte a todo aquel que conspirase contra las autoridades establecidas.
En 1841, una junta de notables, de gentes de razón, de terratenientes y ricos blancos, reunida en Tapachula el 15 de agosto declaró la voluntad del Soconusco de unirse a México como parte integrante de la Provincia de Chiapas. En 1859 el Gobernador liberal Ángel Albino Corzo, exclaustra a las monjas y expulsa al obispo Carlos María Colina y Rubio por escribir contra los liberales y la Constitución de 1857. Se estableció en Chiapas el Primer Congreso Constituyente y se promulga la Constitución del Estado. En 1860 tuvieron lugar los últimos encuentros entre liberales y conservadores siendo derrotados estos últimos con lo que triunfó la reforma en Chiapas.
El 14 y 15 de agosto de 1863 se libró furiosa batalla entre republicanos de San Cristóbal de las Casa, capital chiapaneca, y los intervencionistas franceses. Éstos triunfaron y ocuparon la ciudad. El conservador Juan Ortega, jefe de las tropas de ocupación, marchó el 30 de octubre contra Chiapa de Corzo. Conminando al Coronel Salvador Urbina, comandante de la fuerza republicana en esa población para que rindiera la plaza. Urbina opuso resistencia y consiguió rechazar al enemigo, que al poco tiempo sería expulsado de San Cristóbal.
A fines de 1867 inició la Guerra de Castas en Chiapas. A semejanza de los indígenas de Yucatán, hicieron una guerra para enfrentar el despojo de sus tierras, el racismo y la explotación de los criollos, liberales y conservadores. Así se organizó un ejército indígena, con su cuartel general en Zontehuitz. En 1869, el ejército indígena de Zontehuitz se levantó en armas contra el gobierno; atacó varios pueblos y haciendas ajusticiando a blancos y ladinos que no pudieron huir y luego amenazaron con incendiar y saquear San Cristóbal de las Casas, a menos que se liberase a Cuscat líder de la rebelión y a otros de sus seguidores. El gobierno cedió, pero tomó como rehenes a Fernández de Galindo y a su esposa. Cuscat, al frente de los rebeldes, se lanzó contra San Cristóbal para liberar a sus amigos. El gobierno no cedió en esta ocasión y los rebeldes atacaron la capital pero fueron derrotados. El ejército persiguió a los rebeldes hasta Chamula donde se hicieron fuertes, derrotándolos el 30 de junio. Los indígenas rebeldes se mantuvieron alzados en armas en la región de Simojovel, donde finalmente se rindieron en octubre de 1870.
Desde mediados del Siglo XIX, liberales y conservadores desataron una nueva oleada de pillajes contra los pueblos y comunidades indígenas, se les despojó de sus tierras por medio de la invasión directa, el alcoholismo, el engaño y las deudas.
Una minoría de indígenas pasaron a ser acasillados: es decir, trabajadores permanentes en las fincas; mientras otros eran expulsados de sus tierras sin más opción que la de contratarse temporalmente en las fincas agroexportadoras, propiedad de terratenientes locales y europeos, en particular alemanes. Los que permanecieron en las comunidades vieron incrementadas sus penurias: trabajos serviles, discriminación racial, exterminio cultural y robo de sus productos y pertenencias por acaparadores, coyotes y caciques. Sueldos de hambre, trabajo gratuito los domingos, explotación de mujeres y de niños, tienda de raya y alcoholismo generalizado. En estas regiones la ley del más fuerte, del más rico fue la que imperó.
La Revolución pasó de largo, de modo parecido a las peleas de liberales y conservadores, las disputas entre maderistas y carrancistas contra porfiristas en nada modificaron el colonialismo y la explotación a que eran sometidos los pueblos mayas. Ni el obregonismo, ni el cardenismo o el priísmo alteraron la historia, sólo fueron actualizando la exclusión y el genocidio iniciado 500 años atrás.
En febrero de 1935 se sublevó la población indígena de Canacuc contra los abusos cometidos por las autoridades. La sublevación estuvo a punto de extenderse en toda la zona de tzotziles y tzeltales. El milenarismo, maya, cristiano y socialista han alimentado los veneros de la dignidad de los pueblos de Chiapas.¡
La mayoría de los analistas remonta los orígenes de las organizaciones campesinas de Chiapas al Congreso Indigenista de 1974. El congreso rebasó el objetivo del gobernador de cooptar a los líderes indígenas; en vez de ello ayudó a que las nuevas organizaciones establecieran cierto grado de autonomía política frente al PRI y frente al gobierno.
Del 12 al 15 de octubre de 1974, se celebró en San Cristóbal el Primer Congreso Indígena que vino a salir después de largos meses de acuerdos, discusiones, reuniones, subcongresos: desbordando como río de montaña el cauce pensado de antemano por sus organizadores. Reunió entonces a los representantes de los cuatro más numerosos grupos étnicos de Chiapas, todos democráticamente electos en un ejercicio sin precedentes. Allí se resumió la palabra de 250 mil indios de 327 comunidades (de un total de medio millón que habitaban el estado en esos días), la palabra de un cuarto de millón de pequeños arroyuelos que se vinieron a desbordar en boca de mil 230 delegados (587 tzeltales, 330 tzotziles, 152 tojolabales y 161 choles) que, en un ejercicio de profunda discusión, lograron elaborar ponencias unitarias sobre cuatro temas fundamentales en la vida de sus comunidades, de sus municipios, aldeas y parajes: tierra, comercio, educación y salud. El quinto tema, el de la política, había sido censurado por los organizadores ladinos del evento, aun cuando, sin lugar a dudas, fue el tema implícito del Congreso.
Como aquello era una torre de Babel compuesta de cinco lenguas distintas (cuatro mayances y una romance, el español), se habían capacitado, desde el mes de mayo, a una docena de traductores: jóvenes bilingües y multilingües, provenientes de zonas de colonización (como la selva Lacandona) o de frontera lingüística (como Sabanilla, donde se habla chol y tzotzil, o Altamirano, tzeltal y tojolabal). El Congreso tuvo así un privilegio tan moderno como el que tienen las Naciones Unidas: sesiones con traducción simultánea y discusión en cinco lenguas, que se realizaban en sendas carpas colocadas al exterior del auditorio de las plenarias (el Auditorio Municipal); con observadores externos (antropólogos, curas, indigenistas, estudiantes, entre otros) y una sala de prensa que hizo posible declaraciones y comunicados en español para la prensa local y nacional (en la que destacaba ya el periódico El Tiempo, de don Amado Avendaño, y diarios como Excélsior, El Día, El Universal y otros).
Aquello fue un desbordamiento, fundamentalmente porque el gobierno estatal, que originalmente apoyaba la realización del evento (inaugurado entonces por el gobernador, el doctor Manuel Velasco Suárez), retiró abruptamente su apoyo y presencia cuando los delegados chamulas denunciaron un reciente fraude electoral en su municipio (además, aprovechando el acto habían capturado la alcaldía, que después sería desalojada con lujo de violencia). Las cuatro ponencias iniciales sobre el problema de la tierra parecían ubicarse entre el siglo XVI y finales del XIX: sus conclusiones eran simplemente demoledoras e hicieron que el gobernador saliera por piernas, y eso que, comparadas con lo que ocurrió después —entre 1975 y 1993—, parecían juego de niños. Los funcionarios del Prodesch (Programa de Desarrollo Socioeconómico de los Altos de Chiapas), que tenían apoyo de Unesco y que originalmente formaban parte del Comité organizador, eran abiertamente priístas y encabezaron la primera gran represión contra los chamulas opositores (afiliados al PAN), organizaron la primera gran oleada de expulsiones, y habían conducido a los chamulas cautivos en camionetas de la dependencia a una granja de especies menores habilitada como cárcel en Teopisca.
El Congreso indígena desató las fuerzas ocultas de la realidad chiapaneca. Era como el tronco de un árbol con raíces de 500 años y cuyas ramas y hojas empezaron a aflorar inmediatamente después: en una gran variedad de organizaciones campesinas que se crearon con esas mismas bases sociales en las principales regiones indias y campesinas de Chiapas. Lo menos visible, pero tal vez lo más importante, era la savia que alimentó al joven y antiguo tronco del Congreso. El impulso inicial fue obra de un equipo coordinador indígena, originalmente convocado por la iglesia a pedimento del gobierno estatal, que empezó a realizar, desde fines de 1973, subcongresos y reuniones previas regionales. La mayor parte de estas reuniones se realizaban bajo el ancestral método de sembrar y cosechar la palabra, que consiste en síntesis periódicas del sentir popular hechas por dirigentes democráticamente electos y que mandan obedeciendo. Toda reunión realizaba plenarias, discusiones parciales en pequeños grupos y tomaba acuerdos. Tomar acuerdos significa, en este entorno de democracia directa y poder popular, que todo consenso tiene que llevarse necesariamente a la práctica.
Y si bien las primeras reuniones eran pequeñas, las regionales que antecedieron al Congreso eran ya multitudinarias y multiétnicas: en esas se fogueaban ya los traductores y los principales dirigentes. Cuando se mira una foto de aquellos años se puede distinguir a decenas de dirigentes muy comprometidos con sus comunidades. Casi una docena, fueron asesinados en emboscadas y asaltos entre 1977 y 1988 (recuerdo en especial a Manuel Saraos, tzeltal, y a Rosario Hernández, tzotzil, sospechosamente parecido a Zapata). Otros, encarcelados y torturados (como Feliciano, tojolabal, acusado infamemente del asesinato de Andulio Gálvez). Otros que cayeron como mariposas en las luces del poder y muchos de ellos que hoy son maestros, locutores, sociólogos, odontólogos o maduros dirigentes de sus comunidades y organizaciones.
Actualmente, los finqueros invasores están transformando las tierras laborales en explotaciones ganaderas, lo que ha convertido en tierras aptas para la agricultura en potreros. El efecto inmediato ha sido el hambre y la huida a la selva en busca de tierras, abandonando sus poblados, disgregando las familias, afrontando mil penalidades.
Los que permanecen son los más pobres, atados en servidumbre a sus dueños, con sueldos de hambre y sumidos en el alcoholismo. Sin escuelas ni atención médica, son presa de epidemias. Vienen a ser los más oprimidos de los grupos indígenas. En el caso de la finca San Vicente, municipio de Ocosingo, están expuestos a ser asesinados impunemente si se atreven a reclamar sus derechos. Es tal el miedo a los finqueros, que muchos han buscado llegar a un arreglo de no agresión a través de la institución del compadrazgo. Estos grupos son los más expuestos a la explotación por el alcoholismo, los préstamos y la manipulación. Ellos siempre están endeudados y aún cuando trabajen de seis a seis jamás mejoran en nada.
La mayoría de ellos ignora las posibilidades que les da la legislación agraria, y los que se han arriesgado a buscar solución por este cambio, han encontrado un laberinto imposible de solucionar por las presiones de los finqueros y la corrupción en la administración. Les da tristeza ver que sus tierras se acaban, sus bosques se talan impunemente, pues tal parece que para el finquero no existe la Forestal.
Uno de los principales problemas está en que la poca tierra que poseemos es de mala calidad. No crece bien el maíz ni hay pastura para nuestros animales, que mueren en tiempo de verano. Y nos preguntamos, ¿a qué se debe que tengamos las peores tierras, dado que vivimos en estas tierras desde tiempo inmemorial y el mestizo es de reciente advenimiento? Una pregunta digna de contestarse.
Antiguamente todo el territorio que ocupamos era de la comunidad. Estamos en los municipios de Tila, Tumbalá, Salto de Agua, Sabanilla, Palenque y algunas comunidades que se han ido a los Nacionales de Chilón y Ocosingo. No sabríamos explicar cómo y porqué se nos despojó de nuestras antiguas tierras comunales. Para el examen de nuestra actual situación nos vamos a fijar en tres apartados: Las fincas, las colonias (pequeños ejidos) y los ranchos.
El levantamiento zapatista tuvo un claro impacto local y nacional. Aunque se inspiró en luchas anteriores, la rebelión también abrió muchos espacios nuevos para la movilización popular y para que las organizaciones populares debatieran el significado y las oportunidades que la democracia y la ciudadanía tienen en México. Por lo tanto el impacto de la rebelión fue más revelatorio que programático.
Sin embargo, los movimientos populares, incluidos los movimientos campesinos de Chiapas, habían creado ya un discurso democrático a través de su insistencia en el aspecto de los derechos, la asociación autónoma y las promesas incumplidas de la revolución mexicana. La exclusión social de los pueblos indígenas de Chiapas, fue considerada como la más flagrante violación a la ciudadanía, la negación del derecho humano más elemental “el derecho de tener derechos”. La rebelión había creado una apertura no sólo para el cambio democrático, sino también para la redefinición misma de democracia y ciudadanía en México.
La rebelión también tuvo el efecto de reanimar los movimientos campesinos independientes en Chiapas.

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